...que entré por primera vez en clase de danza oriental.
Y sólo sé que he bailado y que quiero seguir haciéndolo,
me da igual que sea en casa, en clase o arriba de un escenario.
Apenas sé distinguir unos ritmos de otros,
o hacer bien el camello,
pero no es lo que de verdad
me importa en clase de danza.
Ahora disfruto haciendo abdominales
simplemente porque suena cierta música
árabe que simplemente me enamora.
Siento que antes de bailar el día ya es importante,
y el alma se llena de alegría;
soy capaz de salir de mí misma,
el cerebro deja de pensar,
el corazón se desnuda
y mi cuerpo se une a la música.
Soy capaz de maravillarme
ante una vela encendida
que palpita al ritmo del Enta Omri...